“Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él”, Génesis 4: 7.
Todo líder tiene una
debilidad; tal vez varias. Las debilidades son puertas para los peligros que
asechan cerca de nosotros, esperando la oportunidad para atraparnos en un
momento de descuido.
Los líderes prudentes saben
que su posición y sus logros, en lugar de aislarlos de las tentaciones, en
realidad, los pueden estar convirtiendo en blancos preferidos. Más responsabilidades
significan más puertas que guardar. Fuera de cada puerta se esconden las
tentaciones, listas para saltar.
Sin embargo, no son solo los
ataques por sorpresa los que devoran a los líderes. Muchas veces las
tentaciones llegan sutilmente, disfrazadas como algo inocente y bueno. Pueden
llegar escondidas tras nobles actuaciones. Lo que parece ser un tierno cordero,
puede ser en realidad un león hambriento.
Caín, empezó con la intención
al parecer benigna de adorar a Dios. Le presentó una ofrenda: la cosecha levantada
con sus propias manos. Lamentablemente, sus valiosas aspiraciones estaban por
debajo de lo que Dios esperaba de él. No podemos estar seguros de la razón por
la cual su ofrenda fue deficiente. Todo lo que sabemos es que no la presentó
con fe, como lo hizo Abel –Hebreos 11: 4–.
Después del fallido intento
de adorar, Caín no quedo destruido. Tuvo la oportunidad de arreglar las cosas,
incluso después que los celos y la competencia lo enfureciera y convirtiera a
su hermano en su rival, Dios se lo advirtió, exhortándolo a tomar la decisión
correcta.
Desenmascaró la tentación, la
tentación que estaba acechando cerca de él y reveló su verdadera naturaleza. El
pecado quería consumir su vida, le dijo Dios, pero todavía él podía vencer la
tentación, si quería.
La historia de Caín, ofrece una
esperanza para los líderes que están luchando con su humanidad. Cuando el
pecado acecha junto a nuestra puerta o cuando no estamos a la altura de las
expectaciones de Dios, Él nos sigue dando la oportunidad de recuperar el
dominio de la situación.
Por medio de su gracia, nos
ofrece otra oportunidad. Él nos quiere dar el poder necesario para enfrentarnos
a la tentación y vencerla. La decisión es nuestra.
El problema de Caín es
nuestro también. Nuestra naturaleza humana interfiere. Por decididos que
estemos, por dispuestos que esté nuestro espíritu, nuestra carne sigue siendo
débil –Mateo 26: 41–, sin embargo esta no es la razón para que nos rindamos, las tentaciones
no tienen por qué devorarnos, solo porque seamos débiles.
Podemos buscar la gracia de Dios, la compensación por nuestra debilidad: “Bástate
mi gracia”, le dijo Dios a un hombre atormentando por Satanás, “porque mi poder mi poder se perfecciona en la debilidad”, 2
Corintios 12: 9.
La tentación acecha a todos
incluyendo a los líderes del pueblo de Dios. Con su ayuda, la podemos dominar.
–Richard Doebler
Reflexión:
¿Qué me hace más vulnerable
a las tentaciones: el descuido por exceso de confianza en mí mismo o la
naturaleza engañosa de la tentación?
Oración: Señor ayúdame a mantener los ojos bien abiertos, no solo ante las
engañosas intrigas del enemigo, sino también; ante las debilidades y
limitaciones de mi propia carne.
“Mis tentaciones han sido las que me han enseñado
teología”, Martín Lutero.
Comentarios
Publicar un comentario
Comente y aporte brevemente, si va gastar su tiempo ofendiendome lo siento este no es el lugar.